Ser niño y joven en Monterrey…

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Por Lorenzo Encinas

Es difícil trazar una ruta de vida de los jóvenes que integran los grupos criminales en Monterrey y su área metropolitana.
La advertencia de Aldo Fasci, Secretario de Seguridad de Nuevo León, en su comparecencia ante los diputados en el Congreso del Estado, al señalar que muchos de los delincuentes tienen menos de 24 años, más que una información parece ser una frase lapidaria, una caja de pandora que descubre la seria de problemáticas de que la niñez y la juventud vienen arrastrando desde hace décadas.
La criminalidad como una pauta a seguir se ha convertido en un área de oportunidad para las nuevas generaciones en todo México, el gandallismo como un opción de vida es una regla no establecida.
Obtener éxito en una sociedad capitalista es una meta que todos aspiramos, pero ante los embates de la crisis, término que tenemos que entenderlo en todas las esferas sociales, las nuevas generaciones son quienes más padecen las condiciones de marginalidad.
Para que un niño y luego un joven gane fuertes sumas de dinero por la vía licita implica un proceso de preparación que se ve traducido en tiempo, un periodo largo que conlleva los costos de llevar una carrera profesional.
Muchos menores en México y lógicamente en nuestra ciudad están lejos de llegar a cursar una carrera universitaria y por ende escalar peldaños en la pirámide social.
El capitalismo por su naturaleza voraz tiende a retrasar y alargar el periodo de inserción de la juventud al mercado de trabajo y en combinación con las condiciones de pobreza, falta de oportunidades y ambientes familiares problemáticos, provocan que la delincuencia actúe como una válvula de escape.
Con estos elementos, la delincuencia es una especie de ventana de oportunidad para alcanzar el éxito y acceder a los consumos.
Por todo lo anterior, actualmente en México el ser niño es por mucho mucho más peligroso que ser adulto.
Tomando en base las cifras oficiales muestran que los menores de edad tienen 30 por ciento más probabilidades de ser víctima de desaparición u homicidio que los mayores de 18 años.

Estos datos de miedo fueron dados a conocer por la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) al presentar un balance sobre la situación de ese sector en el país, ya que los menores de edad suman 39.97 millones de personas, 32 por ciento de la población nacional.

Juan Martín Pérez García, director ejecutivo de la Redim, informó que en México hay 3.6 asesinatos y cuatro desapariciones al día de menores de edad, entre estos últimos la mayoría son mujeres adolescentes. Debido a ello, ocho de cada diez familias en el país ya no dejan que sus hijos salgan solos a las calles.

Dentro de esta espiral violenta se reportaron 13 mil 217 homicidios de niñas, niños y adolescentes entre 2007 y 2017; en tanto que el Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas asienta que de los más de 37 mil casos reportados, 6 mil 614 corresponden a menores de edad.
De esos más de 6 mil, seis de cada diez corresponden a niñas y mujeres adolescentes, además que ocho de cada diez mujeres menores reportadas como desaparecidas tenían entre 13 y 17 años al momento de los hechos.
De continuar la tendencia y ante la falta de una política pública en materia de juventud la problemática va seguir y se puede acentuar al paso de los años debido a que los lugares de origen de los niños y jóvenes se pueden convertir en espacios de poder.
Antes territorios de exclusión, zonas de invisibilidad y ahora convertidas en auténticos guetos donde impera la ley del más fuerte.
Generaciones de niños y jóvenes que no han sido atendidos con una carga afectica adversa que se genera desde su misma desatención, su futuro es incierto por lo la criminalidad viene ser una opción para obtener el éxito.
No es cuestión de tiempo, es cuestión de apostarle a la prevención del delito y los apoyos en materia de atención a las poblaciones vulnerables, lo que que mal de haga o se deje de hacer, las autoridades tarde o temprano lo pagaran en construcción de penales, armamento y policías.

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